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Ella era tímida,
tan tímida
que al mirarla
su cuerpo
temblaba como
una gelatina,
al mismo
tiempo que su rostro
de pena palidecía.
Pero por extraña
que fuera su actitud,
las cosas en un rápido giro
tomaban un tinte distinto
cuando se desvanecía la luz.
tan tímida
que al mirarla
su cuerpo
temblaba como
una gelatina,
al mismo
tiempo que su rostro
de pena palidecía.
Pero por extraña
que fuera su actitud,
las cosas en un rápido giro
tomaban un tinte distinto
cuando se desvanecía la luz.